PARA LEER MIENTRAS SE TOMA UN CAFÉ O SE CEBA UN MATE
GUILLERMO ZULUAGA CEBALLOS
Las relaciones entre Colombia y Argentina se establecieron hace 200 años. Eso según datos oficiales. Sin embargo, más allá de diplomas o de firmas protocolarias, la relación entre estas dos repúblicas está fuertemente cimentada más que por sus respectivas embajadas, en el intercambio de gentes que salen o entran de estas dos naciones llevando consigo un poco de sus ritos y costumbres.
Dicen por ahí que los paisas somos los argentinos de Colombia. Y el asunto podría mirarse solo desde la anécdota que habla de una población que tiene una autoestima quizá más elevada que el resto de connacionales. No obstante, podría pensarse desde lo cultural para hablar del arraigo que muchos de los elementos de los gauchos se han establecido y afianzado en este pedazo de Colombia. Esa relación que se refuerza mientras se degusta un buen café llevado de las montañas antioqueñas hasta su populosa Buenos Aires; o mientras se endulza el oído con el sonido de un melancólico bandoneón en algún bar del muy obrero barrio Manrique de Medellín.
La relación colombo argentina se ha estrechado gracias a nuestras músicas. De aquí para allá se fueron tonadas de bambucos y pasillos; luego cumbias y vallenatos. De allá para acá hemos traído y los dejamos ya como parte de nosotros tangos, valses y milongas que hablan de nostalgias y desarraigos tan comunes aquí o allá. Sonidos melancólicos que envuelven a los visitantes de nuestro Salón Málaga, del Homero Manzi, del Café Alaska, del Viejo Rincón, de La Payanca y edulcoran un anisado aguardiente, un ron de caña, una cerveza…y hacen más agradable este paso por la tierra.

Otra forma de compañía que nos entra por los ojos y nos cala el alma ocurre desde hace setenta ochenta largos, a cada domingo, cuando futbolistas llegados desde la extensa pampa o desde los suburbios bonaerenses vinieron a deleitarnos con sus goles y fintas. Lónderos y Morenos; Corbatas y Balanzanianes; Marinos y Palaveccinos a cada fecha llenaban la retina de los espectadores; mientras que desde los bancos técnicos los Paternosters, Zubeldías, Hormazabales nos enseñaban técnicas y tácticas. Unos y otros hermanaban estas naciones en la más universal de las pasiones.
Y sí de alimentar sensaciones se trata, la cocina argentina también vino para quedarse. Asados, bifés, churrascos, con sus cortes y sus ensaladas hacen delicias en el paladar de los antioqueños que visitan los restaurantes que ofrecen en sus menús la comida gaucha. En otros, logran fusiones interesantes: empanadas argentinas que casan tan perfecto con un café colombiano o un jugo de nuestro exótico lulo. Un churrasco que ya parece saber mejor si está acompañado de un tropical patacón.
Tantos sitios de aquí y de allá donde se alimenta la amistad, la fraternidad entre las naciones. Y cómo no hablar de esos paisajes anclados en el alma aunque no sean reales: esas bibliotecas babilónicas y laberínticas donde caminan los personajes de Borges, quien deleitó con sus frases esta ciudad en los años ochentas. Y cómo no recordar que fue en Argentina donde nació para la posteridad la obra más encumbrada de nuestra literatura: Cien años de Soledad llegó en galeones hasta la muy cosmopolita Buenos Aires, y desde entonces los joséarcadios y las úrsulas ya caminan al lado de Martín Fierro, de los Peregrinosfernández y de las mafaldas tan sureños ellos, tan universales todos.

Hay un sitio que parece una prolongación de Argentina en Medellín. Y no es solo por la banderita de franjas blancas y azules que ondea en su entrada: El Restaurante La Pampa se ha propuesto y lo ha logrado ofrecer a los visitantes lo mejor de la gastronomía gaucha: churrascos, cochinillos al horno, empanadas, chinchulines… hacen parte de la oferta. Y claro, acompañado de un buen vino traído de las sabanas mendocinas. Y claro, las paredes donde pinturas que destacan la riqueza de su pampa, con sus hatos y sus asados, y los baquianos cebando un mate, participando de un rodeo. Todo, todo, da cierto aire argentino a quienes van allí a alimentar el paladar y el resto de sus sentidos. Quizá por ello, es el único espacio de la ciudad que se da el lujo de haber tenido a manteles a Lionel Messi, el más mediático de los argentinos en el contexto mundial.
Brindemos por esta hermandad con un tinto: un Malbeq aquí o un tinto con aroma de café allá.